jueves, julio 08, 2004

El 71% del software que hay en el país es pirata, según un estudio

Ampliación de una nota que dimos ayer. En Argentina se pierden 69 millones de dólares por año; el promedio de la región es del 63%

El 71% del software que hay en la Argentina es pirata, según un estudio

El 71% de los programas de computación (software) que se utilizan en la Argentina, tanto en empresas como en los hogares, es ilegal. La pérdida que suman los derechos de propiedad intelectual que no cobran las compañías productoras y los impuestos que el Estado no recauda es de 69 millones de dólares.

Los datos ubican al país en el poco honorable ranking de los más "truchos" dentro de América latina, que ya de por sí es una de las regiones con mayor nivel de piratería, con un 63% y pérdidas por US$ 1273 millones. En el nivel mundial, la proporción de programas piratas es del 36%, lo que significa pérdidas por US$ 29.000 millones.

Estos resultados, sobre datos del año pasado, constituyen la primera medición mundial sobre el sector realizada por la consultora especializada IDC para la Business Software Alliance (BSA), una organización internacional que representa los intereses de la industria del software, integrada, entre otras empresas, por Microsoft, Adobe, Apple y Sybase.

Junto a la Argentina se encuentran ocho países con una tasa de piratería superior al 70%: Paraguay (83%), El Salvador (79%), Nicaragua (79%), Bolivia (78%), Guatemala (77%), República Dominicana (76%), Honduras (73%) y Venezuela (72%). Los únicos tres países con una tasa inferior al promedio de la región son Puerto Rico (46%), Colombia (53%) y Brasil (61%).

Las pérdidas en el socio mayor del Mercosur por piratería son de US$ 519 millones. Junto con México (369 millones) lidera el ranking de mayores pérdidas por copias ilegales en esta parte del continente.

Las causas

Los países con mayor índice de ilegalidad son, a la vez, los que presentan mayor crecimiento del negocio: mientras que en los países desarrollados la industria del software sólo crece a un moderado 4% anual, en los países con mucha piratería, como China, la India y Rusia, las tasas de crecimiento son de alrededor del 20% anual.

¿Cuáles son los factores que incentivan este fenómeno? Según el estudio, el atraso económico, la entrada de nuevo usuarios en mercados emergentes (como pequeñas empresas, que no pueden pagar el costo de las licencias) y la masificación de Internet y de los accesos de banda ancha, que permiten a los usuarios enviar y recibir archivos más grandes.

Si bien éste es el décimo año en que la BSA mide el grado de ilegalidad de los programas en el mundo, es la primera vez que el índice incluye el software hogareño junto con el que se utiliza en las empresas, por lo que no se puede comparar con los resultados de años anteriores. Sin embargo, IDC estima que las copias aumentaron un 1 por ciento el año pasado en relación con 2002.

El estudio indica que aunque en 2003 se instalaron programas informáticos por valor de 80.000 millones de dólares, los usuarios sólo pagaron 51.000 millones de dólares. La diferencia fueron copias piratas.

Las regiones donde la piratería tiene mayor incidencia son Europa del Este (71%), América latina (63%), Medio Oriente y Africa (56%) y Asia Pacífico (53%).

El ranking de países está encabezado por Vietnam (92%), China (92%), Ucrania (91 por ciento), Indonesia (88%) y Rusia (87%). Entre los más respetuosos de la ley están Estados Unidos (22%), Nueva Zelanda (23%), Dinamarca (26%), Suecia (27%) y Austria (27 por ciento).

A pesar de esto, las pérdidas igual son cuantiosas, debido al tamaño de los mercados. Por ejemplo, en EE.UU., aunque la tasa de copias ilegales es baja en relación con el mercado total, las pérdidas suman US$ 6496 millones, casi el doble de China, con 3823 millones.

Las consecuencias de la piratería en software, según refiere la BSA, son, al igual que en el resto de la economía, fuertemente negativas. Debilita las industrias locales, genera pérdidas de ingresos por impuestos y también la posibilidad de más puestos de trabajo local.


Fuente: La Nación

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