Sus operaciones en América latina, una región donde pocos pueden costear un teléfono celular, se han transformado en la división de más rápido crecimiento de BellSouth.
BellSouth recoge buenos frutos en la región
La telefónica invirtió US$3.000 millones en América latina para desarrollar su negocio de telefonía celular. Luego, se acabó el auge tecnológico y las economías regionales se hundieron. Pero a diferencia de sus competidores, la telefónica estadounidense no se rinde. A falta de dinero para invertir, está ideando formal más baratas para revivir sus operaciones.
Un concepto nuevo: sumar a empresarios locales. Juan Andrés Ugueto, un ex banquero de inversión, invirtió más de US$15.000 para comprar una franquicia de BellSouth para gestionar cabinas telefónicas equipadas con teléfonos celulares.
A cambio de su inversión, Ugueto recibió equipamiento de BellSouth, como una serie de cabinas en color plata y azul. Ugueto dice que su negocio ya era rentable a Ios tres meses.
En Ecuador, a su vez, la empresa empezó a vender celulares en la forma de la curvilínea cantante mexicana Paulina Rubio, cuya imagen, ombligo incluido, aparece en la parte de atrás del teléfono.
Esta parece ser la forma de dirigir una empresa en medio de las peores condiciones de negocios. La industria de telecomunicaciones sigue sufriendo por su enorme endeudamiento, las desastrosas inversiones en el exterior y la fuerte competencia de precios. Aunque no hay fórmulas mágicas para las debilidades del sector, la experiencia de BellSouth muestra cómo las empresas económicas y ahorradoras pueden encontrar bolsones de prosperidad aun sin los vastos recursos financieros de los 90.
Sus operaciones en América latina, una región donde pocos pueden costear un teléfono celular, se han transformado en la división de más rápido crecimiento de BellSouth. "Sin desdeñar lo que ha hecho nuestra gente en el negocio local [estadounidense], creo que es difícil para ellos imaginarse por lo que ha atravesado nuestra operación en América latina", dice Duane Ackerman, presidente de BeIlSouth. "Pueden aprender algo de esa experiencia".
Durante los 90, los gigantes de telecomunicaciones de EE.UU. y Europa gastaron miles de millones de dólares en su expansión en América latina, Europa del Este y otros mercados emergentes. Casi todas esas inversiones se perdieron, afectadas por las depreciaciones de las monedas y riñas con los socios locales.
AT&T Latin America solicitó la bancarrota en abril y vendió la mayoría de sus activos a la mexicana Telmex el mes pasado. Vodafone Group PLC y Verizon Communications Inc. vendieron sus participaciones en el mexicano Grupo Iusacell SA por US$10 millones recientemente, luego de haber invertido alrededor de US$1.000 millones cada uno. Y la semana pasada, MCI dijo que quiere vender su 19,3% en Embratel, la telefónica brasileña, cuando salga de su bancarrota.
En cambio, la persistencia de BellSouth parece estar dando frutos. Los ingresos del negocio de BellSouth en América latina crecieron un 19% en el tercer trimestre de este año, a US$587 millones, transformándose en la filial de mayor crecimiento del grupo. Luego de perder un total de US$190 millones entre 2000 y 2001, la filial latinoamericana registró una ganancia neta de US$108 millones en 2002. En los primeros tres trimestres de este año tuvo ganancias por US$99 millones, un 43% más que en el mismo período del año anterior.
La empresa aspira a controlar los dos puntos de comunicación de las llamadas entre la creciente comunidad hispana en EE.UU. y sus amigos, familiares y contactos de negocios en sus países de origen.
BellSouth no ha podido esquivar los mismos problemas que perjudicaron a sus competidores. Abandonó Brasil porque creyó que era demasiado raro hacer repuntar su filial cargada de deudas y en mayo una de sus estaciones de telefonía celular en Colombia sufrió un atentado.
Algunos ejecutivos de BellSouth, así como algunos inversionistas, desconfían de la enorme volatilidad de la región. Algunos analistas que cubren la empresa dicen que BellSouth debería vender la unidad ahora que está sobre ruedas. Su presidente, Ackerman, dice que no tiene planes al respecto, pero añade que "nunca se puede decir nunca en los negocios".
Liderando el esfuerzo está Ralph de la Vega, un ejecutivo de telecomunicaciones con larga trayectoria que empezó su carrera a los 10 años, limpiando los pisos de las fábricas cuando sus padres lo enviaron de Cuba a Florida.
Se suponía que América latina sería la recompensa de De la Vega por haber recuperado la atribulada división de banda ancha de BellSouth. Pero una semana después de asumir las riendas, gran parte de la región se hundió en una crisis económica cuando un colapso en la confianza espantó a los inversionistas extranjeros.
El ejecutivo frenó el gasto de capital y eliminó los descuentos a los consumidores. Además, recortó 2.000 empleos, o 20% de la fuerza laboral de la unidad, y redistribuyó otros.
Y esto no fue todo. Cada país latinoamericano solía trabajar de forma independiente, con nombres y agencias publicitarias separadas. De la Vega los obligó a trabajar juntos en aspectos como campañas publicitarias y desarrollo de software y reemplazó a cuatro gerentes que se resistieron. Las diferentes unidades, divididas por rivalidades nacionales, empezaron a compartir apuntes.
Esta coordinación ha rendido sus frutos con iniciativas nuevas y exitosas, como las cabinas celulares (que se parecen a las tradicionales pero usan conexiones inalámbricas) y la venta de teléfonos celulares para uso únicamente en los hogares. Se trata de la llamada telefonía fija inalámbrica, que se conecta a una antena cercana y tiene tarifas mucho más bajas que las de los celulares habituales.
Fuente: La Nación
jueves, noviembre 20, 2003
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