miércoles, febrero 25, 2004

Llegó el sucesor del código de barras

Llegó el sucesor del código de barras, es un pequeño chip que se llama etiqueta de identificación de radiofrecuencia. Su uso despierta polémicas.

Internet en los objetos

El pequeño microchip mide menos de un tercio de milímetro de ancho, algo más que un grano de arena. Pero puede contener mucha información: desde el precio de un artículo hasta las instrucciones para el lavarropas o una historia clínica.

Puede parecer inocuo, pero tiene una antena minúscula, invisible al ojo, que le permite ser leído por un dispositivo de escaneo con un alcance de 100 metros.
Utilizada por primera vez por la Real Fuerza Aérea británica durante la Segunda Guerra Mundial, la identificación por radiofrecuencia (RFid) es una tecnología que rápidamente se encogió en tamaño y en costo.

Oculta en las tarjetas de ingreso cuando vamos al trabajo, inyectada en nuestras mascotas cuando nos mudamos al exterior, incluso fija en las muñecas de los prisioneros de guerra en Irak, estas etiquetas cada vez más chicas se han incorporado totalmente a nuestras vidas sin que nos diéramos cuenta.

Así es, hasta ahora. Hace poco se lanzó una controvertida red para conectar muchas de las millones de etiquetas que ya están en el mundo (y las mil millones que están por salir). Alrededeor de mil delegados del mundo del comercial, tecnológico y científico se dieron cita para el lanzamiento de la red del código electrónico de producto o Electronic Product Code (EPC).

Su objetivo es reemplazar el código de barras por un sistema universal que pueda proporcionar un número único para cada artículo de venta que exista en el mundo. Algunos ya han empezado a llamar a esta red "la Internet de los objetos".

El lanzamiento del EPC llegó poco después de que Wal-Mart —el minorista más grande del mundo— exigió que sus cien principales proveedores colocaran etiquetas RFid en todos sus embalajes. Pero apenas empezaron a colocarse las etiquetas en los artículos empezó a sentirse una ola de protestas.

Chris McDermott tiene 34 años. Está casado, tiene hijos y trabaja como gerente de relaciones públicas. Todos los meses se manifiesta en contra de las RFid en las puertas de los supermercados británicos Tesco.

"Esto podría ser lo último en herramienta de vigilancia —dice—. La idea de que todo lo que se hace tenga un pequeño chip que es posible de leer, es lo que me da pavor". McDermott lanzó un sitio anti-RFid (www.notags.co.

uk) pues teme que se pierda la privacidad si no impedimos que las etiquetas se coloquen en artículos de consumo.

La nueva generación de defensores de la privacidad manifiesta en los supermercados y hace lobby con los políticos para crear conciencia en el público sobre las etiquetas RFid.

La red que administra el Electronic Product Code está gobernada por el Centro de Auto ID, un ente mundial con sede en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en Boston. Fundado en 1999 por las empresas Gillette, Proctor & Gamble y Unilever, el consorcio ahora se jacta de tener cien compañías y cinco de los centros de investigación más prestigiosos del mundo.

El Centro inventó el concepto de la "Internet de los objetos". Una red en la cual es posible que las computadoras identifiquen "cualquier objeto en cualquier parte del mundo al instante". Es un futuro en el que cada vez más, todo estará online.

A principios de este año, los supermercados británicos Tesco empezaron a trasladar Internet a las góndolas. Pero el etiquetado llegaba hasta el mundo de la trastienda: los artículos individuales no se etiquetaban. Hasta que dio comienzo el primer experimento de la "góndola inteligente".

Las hojas de afeitar están entre los artículos robados con más frecuencia. Cada paquete de hojas Gillette tenía una etiqueta RFid. En la góndola había un lector y una cámara de circuito cerrado. Cuando se retiraba un paquete, se disparaba la cámara.

Pronto, un puñado de manifestantes apareció en las puertas de Tesco. Al cabo de una semana, los fabricantes se pusieron nerviosos y se canceló la prueba. Ahora el debate está abierto



Fuente: Clarín

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