viernes, diciembre 24, 2004

Estafas online: ¿quién se hace cargo del phishing?

Entre abril de 1998 y abril de 2003 le robaron la identidad a 27,3 millones de norteamericanos.

Estafas online: ¿quién se hace cargo del phishing?

El robo de identidad se ha convertido en una epidemia online. Es uno de los delitos que más crece en Norteamérica, Europa y, en menor medida, en la Argentina. ¿Quién paga las consecuencias?

Implica el más íntimo, el más clandestino y tal vez el más invasivo de los fraudes –robarle a alguien su identidad financiera para conseguir créditos bancarios, tarjetas de crédito e hipotecas en nombre de esa persona-. Incluso cuando los delitos se descubren a tiempo, a la gente puede llevarle meses, y a veces años, limpiar sus historiales crediticios embarrados. Si bien la mayoría de los usuarios, por lo general, no tiene que pagar por compras ilícitas hechas con sus tarjetas de crédito, tal vez se vean obligados a responsabilizarse de robos que tienen que ver con otros tipos de créditos.

“Las víctimas no tienen que pagar por las deudas en las que incurrió otra persona, pero ése no es el punto”, dijo Bridget Thomas, una constructora de Louisiana, que se pasó meses intentando reparar su registro de crédito en 2002, después de que un ladrón se apropió de su identidad para obtener unos 65.000 dólares en préstamos. “Lo que realmente afecta a las víctimas son las noches sin dormir, el tiempo y el estrés por el que hay que pasar para limpiar el desastre que quedó atrás”.

Los analistas dicen que son varios los factores que dificultan el rastreo del robo de identidad: el crecimiento de Internet y de las finanzas digitales, décadas de expansión del crédito de los consumidores en todo el mundo, la naturaleza compleja de la regulación policial y las reglamentaciones cambiantes pero aún inadecuadas que rigen a la industria del crédito. Todos pueden convertirse en blanco. Son cada vez más los ladrones que hoy se esconden detrás de una supuesta compañía y adoptan un número de identificación para conseguir préstamos comerciales o productos costosos de oficina.

Los esquemas conocidos como “phishing” utilizan mensajes de correo electrónico para seducir a los consumidores distraídos a sitios web escondidos detrás de páginas web de bancos y emisores de tarjetas de crédito confiables, dicen los especialistas en seguridad corporativa. Los visitantes online luego son inducidos a revelar contraseñas así como número de cuentas bancarias, identificaciones gubernamentales o tarjetas de crédito.

Hace poco que las autoridades entendieron la magnitud del problema. En un informe preparado por su oficina de protección del consumidor, la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos dijo que, entre abril de 1998 y abril de 2003 le robaron la identidad a 27,3 millones de norteamericanos. Durante el último año de ese período, las empresas y las instituciones financieras sufrieron unos 48.000 millones de dólares en pérdidas por robo de identidad y los consumidores-víctimas pagaron de su propio bolsillo más de 5.000 millones de dólares en gastos para recuperar sus identidades financieras.

“La cantidad de víctimas que calculábamos en 2000 oscilaba entre 400.000 y 500.000 por año y, en 2003, ya hablábamos de 750.000”, dijo Linda Foley, directora ejecutiva del Identity Theft Resource Center, un grupo de defensa del consumidor de San Diego, Estados Unidos. “La comunidad empresaria dijo ‘Se equivocan; esas cifras son erróneas’. Es verdad, estábamos equivocados. Las cifras eran mucho mayores”.

Una encuesta dada a conocer el año pasado por Gartner Incorporated, una firma de investigación especializada en cuestiones de información y tecnología, criticó a las grandes empresas de la industria del crédito por no implementar procedimientos informáticos más rigurosos para proteger las cuentas de sus clientes. También dijo que un control poco efectivo finalmente obligaba a las víctimas del robo de identidad a cargar sobre sus espaldas con la mayor parte de los costos sociales y económicos del delito.

“Creamos una población de víctimas que, encima, tienen que hacerse cargo del problema”, dijo Foley. “La mayoría de estos problemas empiezan con las compañías que no son demasiado cuidadosas con la información de sus clientes y empleados”.


Fuente: Clarín/NYT

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