Kirchner le dijo a los empresarios españoles, entre ellos Telefónica, qué pensaba de sus eternos reclamos. Aunque resulte difícil de creer, por una vez un presidente argentino no se baja los pantalones delante de los inversores que se llevaron toda la plata a sus países durante el sultanato menemista.
"BASTA DE HIPOCRESIAS"
Kirchner se encontró con dueños españoles de bancos y empresas privatizadas. Recibió fuertes reclamos y replicó con dureza. A su vez, el ministro de Economía español le pidió a Lavagna que se cumplan los contratos.
La sorpresa terminó dominando a todos. Porque se esperaba que Néstor Kirchner tuviera ayer, en la reunión con una veintena de empresarios españoles, el encuentro más ríspido de esta gira de seis días por Europa. Pero nadie esperaba que el clima fuera tan tenso, que las discusiones fueran tan agrias y sobre todo que el Presidente argentino utilizara un estilo de confrontación tan claro para establecer un nuevo marco de negociación con el primer inversor europeo y el segundo del mundo en la Argentina.
El Presidente estuvo acompañado por su ministro Roberto Lavagna, quien por su parte recibió una diplomática presión de su par español, en otra reunión. Rodrigo Rato le dijo a Lavagna que el crecimiento de la Argentina "radica" en que el Gobierno cumpla los contratos con las empresas públicas, culmine la reforma del sistema financiero y renegocie la deuda externa.
La cosa entre Kirchner y los empresarios empezó tranquila. El primero en hablar fue Jose María Cuevas, el presidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), la entidad madre de los empresarios españoles que agrupa a industrias, bancos y empresas de servicios. Una veintena de hombres de negocios esperó a Kirchner en la sede de la entidad. En un discurso leído, pidió "un diálogo directo" con el Presidente, sobre todo para las empresas más sujetas "a marcos regulatorios", una forma elegante de pedir mayor nivel de seguridad jurídica para los contratos firmados.
Pero Kirchner tardó dos minutos en calentar el ambiente. Calmo, les dijo:
—Acá hay que hablar con absoluta claridad; porque hay hipocresía cuando se protesta por la situación actual. Una parte de los empresarios fue cómplice de lo que pasó en los 90, incluso alguno de los que están aquí presentes.
El auditorio escuchaba en silencio. Algunos empresarios se miraban, un poco sorprendidos. Pero Kirchner siguió.
—Además, a las empresas españolas les fue mejor que a los argentinos; muchas de las empresas de servicios públicos privatizados enviaban remesas de ganancias en dólares. Nosotros no estamos pidiendo dádivas; y no vamos a hacer paquetazos, ajustes ni blindajes, porque después de esas cosas siempre viene lo peor.
Allí intervino el banquero José Ignacio Goirigolzarri, del BBVA, quien trató de frenar a Kirchner. Dijo que algunas empresas recién habían empezado a invertir en la Argentina a partir de 1999, y "no somos culpables de lo que pasó antes".
La aclaración, lejos de calmar los ánimos, los encendió aún más.
—¿Pero ustedes venían a la Argentina en esos años a hacer beneficencia? ¿No sabían que ya había recesión?, porque salvo el FMI, todo el mundo sabía que el 1 a 1 era inviable. ¿Quién los asesoraba?, porque yo envié el dinero de mi provincia afuera del país. Creo que algunos de ustedes deberían echar a quienes fueron sus asesores de inversión —aflojó Kirchner, mostrando una sonrisa conciliadora.
Buscó entonces tender un puente: les agradeció las inversiones que habían hecho en la Argentina, y pidió que hicieran un esfuerzo para seguir en el país. Sin embargo, les advirtió que había nacido una nueva etapa política y que "la Argentina tiene futuro con o sin ayuda; claro que si no la tenemos será más difícil la recuperación, pero seguiremos adelante".
Luego hubo preguntas, que prolongaron bastante el encuentro, que duró más de dos horas. Los banqueros y los directivos de las empresas de servicios fueron los más duros en el interrogatorio. Los colaboradores de Kirchner consultados ayer recordaron especialmente a Antonio García Ferrer, titular del Grupo Dragados, una empresa que acaba de adquirir el empresario Florentino Pérez, quien además preside el Real Madrid, el equipo de fútbol más poderoso del mundo.
Uno de los empresarios, que pidió reserva de su nombre, explicó al final que pese a la dureza del diálogo "nos quedó muy claro que la Argentina tiene tiempos distintos y que el presidente Kirchner quiere empresas distintas y empresarios distintos". Conocedor de la Argentina, este empresario admitió que el cruce con Kirchner "nos vino bien, porque muchos de los presentes no conocían lo que había sucedido más allá de las noticias de la tele".
En cambio, el anfitrión Cuevas utilizó la elasticidad del castellano para explicarle a Kirchner —cuando se iba— la sensación que a muchos de ellos los embargaba.
—Presidente, nos ha hecho parir a todos.
Para entonces había más calma y Kirchner pudo llevarse un aplauso tibio.
Fuente: Clarín
viernes, julio 18, 2003
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