¿Quién construirá la computadora más poderosa del mundo?
La carrera para construir la próxima supercomputadora ahora se libra entre tres competidores: los Estados Unidos, Japón y China.
¿Quién construirá la computadora más poderosa del mundo?
Está en marcha una carrera mundial para alcanzar el próximo hito en materia de rendimiento de supercomputadoras, las cuales serán muchas veces más veloces que las máquinas más poderosas de la actualidad.
Y más allá de la rivalidad de siempre entre Estados Unidos y Japón, hoy hay un nuevo participante, China, ansioso por exhibir su condición de potencia económica.
Las nuevas supercomputadoras no estarán en uso hasta fines de esta década, como mínimo, pero se las considera, cada vez más, inversiones para el progreso de la ciencia, las tecnologías de avanzada y la seguridad.
Hoy por hoy, impulsada por los avances de la denominada computación paralela —con un software que posibilita conectar docenas y hasta cientos de miles de chips de procesadores—, la velocidad de las supercomputadoras del futuro sólo está limitada por el costo, la electricidad adecuada y la capacidad de enfriar los sistemas, que se extienden por miles de metros cuadrados.
China cuenta con 19 supercomputadoras que figuran entre las 500 máquinas más veloces. Artículos recientes publicados en diarios chinos destacan la importancia de desarrollar tecnología informática de alta performance y no dependiente de Estados Unidos.
"Es una cuestión de orgullo nacional", afirma Steve Wallach, diseñador de supercomputadoras y uno de los vicepresidentes de Chiaro Networks, una empresa proveedora de tecnología para computación de alto rendimiento. "Eso es lo que ocurre con Japón, y ahora los chinos quieren que se los considere un país de primer nivel en todo sentido".
De hecho, en las últimas semanas se supo que tanto los japoneses como los chinos planean nuevas inversiones para romper la barrera del petaflop en la computación. El petaflop es una medida de rendimiento informático que describe la capacidad de realizar 1000 billones de operaciones matemáticas por segundo, aproximadamente ocho veces la velocidad de la computadora más rápida de la actualidad.
"Todos parecen estar en la carrera por el petaflop", señala Jack Dongarra, experto en computación científica de la Universidad de Tennessee. Actualmente, la computadora más rápida del planeta se encuentra en el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore desde fines del año pasado; llegó a hacer más de 136 billones de operaciones por segundo, lo que significa 100.000 veces la velocidad de una PC de escritorio. La máquina, llamada Blue Gene/L, fue construida por IBM, que prevé duplicar la velocidad antes de fin de año.
Plata se consigue
Hasta ahora se han destinado escasos fondos de investigación para diseñar una supercomputadora de un petaflop, una meta que, según los los expertos estadounidenses y japoneses, costará alrededor de 1000 millones de dólares por máquina. Pero 10 empresas informaron que ya están en la etapa del trabajo preliminar, dice Dongarra.
En Estados Unidos, Cray, IBM y Sun Microsystems empezaron a trabajar para alcanzar el petaflop hacia fines de esta década, apoyados por un proyecto de desarrollo solventado por el Pentágono.
El proyecto, llamado programa de Sistemas de Computación de Alta Productividad de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada para la Defensa (DARPA, por sus siglas en inglés) se inició en 2003 con un presupuesto de 150 millones de dólares. Constituyó una de las respuestas estadounidenses a la aparición de una supercomputadora japonesa —el Simulador Terrestre, destinado a las investigaciones climáticas— que se convirtió en la computadora más rápida del mundo en 2002, desplazando a Estados Unidos por primera vez.
Con un fuerte respaldo financiero del gobierno, IBM, Cray y Silicon Graphics crearon nuevas computadoras masivamente paralelas, y así Estados Unidos pudo recuperar el liderazgo mundial en noviembre de 2004.
Pero las máquinas estadounidenses más veloces se usan fundamentalmente para aplicaciones militares en los laboratorios de armas del país. Muchos científicos y ejecutivos de empresas de tecnología de Estados Unidos temen perder posiciones en mercados cruciales como los de exploración de gas y petróleo, y de diseño y fabricación de autos si no tienen acceso a las supercomputadoras más veloces.
Para ellos, es necesaria una sociedad entre el sector público y el privado para desarrollar supercomputadoras cuyas aplicaciones no se limiten a la esfera militar.
No todos los expertos en supercomputadoras están convencidos de que contar con la computadora más rápida del mundo sea esencial para la competitividad estadounidense.
"IBM y Cray están haciendo un buen trabajo porque garantizan que Estados Unidos siga siendo competitivo en el mercado de computación de alta performance", dice C.Gordon Bell, investigador de Microsoft y ex diseñador de supercomputadoras. "Como las computadoras más grandes son tan difíciles de programar, su impacto en el corto plazo resulta relativamente limitado".
Pero en abril, la Asociación de Fabricantes de Automóviles de Japón informó que el Simulador Terrestre había sido utilizado por ingenieros automotrices para aumentar enormemente la velocidad y la resolución de las simulaciones de choques, con lo cual se lograría reducir en forma notable el tiempo de desarrollo de los nuevos modelos de vehículos.
El mes pasado en China, el Grupo Lenovo —que adquirió el negocio de las PC de IBM en 2004— informó que se sumaría al esfuerzo chino para construir una máquina de un petaflop para el año 2010. Otras dos compañías chinas, Dawning y Galactic Computing, dijeron que quieren desarrollar sistemas a escala petaflop.
Un programa militar francés, encabezado por el fabricante local de computadoras Bull, quiere llegar al petaflop en 2013.
Si bien Estados Unidos recuperó el liderazgo en materia de avances en supercomputación, los beneficios de sus investigadores no fueron parejos. Las fuerzas armadas y las agencias de inteligencia históricamente manejaron los sistemas más grandes de computación de Estados Unidos, por ejemplo, mientras que otros países pusieron a sus computadoras más veloces a disposición de otras iniciativas, especialmente la investigación sobre cambios climáticos.
"Estas máquinas pueden ser utilizadas para responder preguntas que literalmente significarán la vida o la muerte de la humanidad", señala Peter Freeman, subdirector de ingeniería y ciencias de la información y de la computación de la Fundación Nacional de Ciencias. "Hoy la información que maneja Estados Unidos no es tan buena como la de los japoneses. Es una cuestión de estrategia nacional".
Fuentes: NYT/Clarín
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